John Hollenbeck (compositor, batería, conductor) Theo Bleckmann (voz, elec.) Kate McGarry (voz) Uri Caine (piano) Gary Versace (melódica, órgano) + The Frankfurt Radio Big Band / hr-Bigband
Sunnyside junio 2015
Aquí la incluimos entre las mejores del 2015. La puesta en marcha del LargeEnsemble conEternal Interlude (Sunnyside 2009) fue uno de los acontecimientos más estimulantes para la
creación jazzística actual y sobre todo para la tradición orquestal. El
verdadero reto era, pues, trasladar sus maneras compositivas a esta The Frankfurt Radio Big Band. El
resultado, que rubrica una vez más el talento compositivo único del músico, no
pueden ser más asombroso, bello y convincente.
Songs we like a lot es el disco de las canciones favoritas de John Hollenbeck, que con este falso contexto de big band nos redescubre una nueva sensibilidad entre jazz y pop
Songs
we like a lot reúne una jugosa lista de temas que en su mayoría proceden del terreno popular (folk, soul, pop), temas cantables y proclives a ser
acompañados por cuerdas que fueron inmortalizados o revisados, desde el decimonónico How can I keep for Singing? que cantara Pete Serger, The moon is a hars mistress (vídeo abajo) que versionaran Charlie Haden y Pat Metheny y también Joe Cockeral True Colors de Cyndi Lauper, pasando porBurt Bacharach, Diana Ross & The Supremes o Daft Punk. Se diría que en cierto modo el enfoque está relacionado con el proyecto Hello Earth!del cercano colaborar Theo Bleckmann, en el que participaba y en donde se revisaba, con un grupo de jazz con funcionalidad pop-rock, a la reina introvertida del pop de los 80: Kate Bush. Las claves de trabajo estarían, aquí también, en la cuidada selección de las canciones y expresividad vocal aérea (femenina y masculina) que se ofrece a sus letras. Un contexto de big band absolutamente reformado acompaña a este exquisito dúo de polifónia alada gracias a la plasticidad tímbres y ductilidad en planos que genera esta orquesta.
Sugestivas atmósferas envuelven las voces ingrávidas de Theo Bleckmann y Kate McGarry
Para
conseguir estos enfoques de indudable modernidad, sumando el gusto de
Hollenbeck por el trabajo superpuesto en bloques heterofónicos o repetitivos,
hay que hablar no tanto de su experiencia al frente del Claudia Quintet sino más bien del inolvidable Regufe Trio (con Theo Bleckmann y Gary Versace), donde se construían sugestivas atmósferas melódicas propiciadas por la percusión y los tratamientos
aéreos de la voz de Bleckmann, que aquí sostiene casi de manera ingrávida a la preciosa voz de Kate McCarry.
Si
el inicio en How can I keep for Singing? es un todo un ejercicio compositivo deslumbrante
que, como decíamos, maneja enfoques deudores de la música electrónica con toda
una big band como instrumento acústico, las lecturas de temas como True Colors,
la hermosísima versión de Close to me (admirable y seductor tándem de voces
Bleckmann-McCarry), Up up and away (Hollenbeck deja su huella en la batería) o
la participación puntillista al piano de Uri Caine, como una caprichosa
llovizna, en The snow us deep on the groundvan sumando puntos de interés y
variedad interpretativa en cada parada.
Songs
we like a lot es el disco de las canciones favoritas de John Hollenbeck, que
con este "falso" contexto de big band las trae al presente descubriendo
una nueva sensibilidad en la escucha entre jazz y pop.
Chris Speed clarinetes y saxofón, Matt Moran vibráfono,Drew Gress contrabajo, Red Wierenga acordeón, John Hollenbeck composición,batería y percusión. Brooklyn N.Y. 2015. Producido por John Hollenbeck
Con 8 discos a sus espaldas en 19 años de existencia, este grupo es el de mayor proyección de John Hollenbeck. Pese al tiempo trascurrido, Super petite, título que hace alusión a una divertida manera de definir la duración de los temas que lo integran, es posiblemente uno de sus trabajos más conseguidos. En él despliega de manera concentrada toda su capacidad inventiva a lo largo de 10 temas que pese a su corta duración, por su naturaleza dinámica y variedad de motivos, parecen durar más. Esto lo consigue explotando al máximo su indudable talento compositivo y la expresividad de este imaginativo quinteto que poco tiene que ver con la tradición de este formato en el jazz.
La impresión de libertad y apertura de este grupo, pese a la detallada escritura de Hollenbeck, envuelve y arrastra al oyente a un mundo de movimiento y color que maravilla
Definido por una mixtura timbrida de gran refinación y plasticidad en todas las combinaciones instrumentales que hace posible su escritura, la configuración del quinteto propone la unión de un formato jazzístico (trío de saxo) y dos figuras determinantes en la personalidad del sonido. Acordeón y vibráfono potencian la dimensión popular (tradición de la música centroeuropea y klezmer) y la contemporánea (alturas en timbres cimbreantes y esquemas repetitivos –patterns- de Steve Reich), que sólo un compositor como él puede distribuir con este potencial expresivo en temas de duración restringida.
Como es habitual en este grupo, abunda un enfoque
aditivo contrapesado por planos sostén y uso de motivos que se repiten
distribuidos por cada instrumento pero también en una dirección melódica
conjunta
Super petit, desde el título al diseño de su habitual firma creativa, apuesta por un sutil acercamiento al pop, pero no al pop como materia tangible (caso de su anterior disco Songs we like a lot), sino como un muy elaborado concepto que va desde la estética de un sonido con sólidos andamiajes instrumentales y compositivos a la imagen que lo ilustra.
El disco comienzo con Nightbreak, una trenzada
melodía sabiamente repartida no para de trazar tonalidades distintas y estudiados
giros que recuerdan a Schönberg. Con un empuje rítmico más acusado, y break en
medio, también JFK Beagle (primera de dos variaciones) está estructurada en una
melodía cambiante y sesuda que es conducida por un solo del saxo tenor. A-List
plantea claramente el enfoque repetitivo con groove que caracteriza la escritura
para este grupo. Philly parece ser un
homenaje al histórico baterista Joe Jones, pues mantiene un pulso rápido de be-bop
con tensión en planos cuyo contraste lo hace tan especial. Petersborough es uno de los temas más completos y complejos del
repertorio. Se abre como si fuera un danzón cubano y luego se metaforsea varias veces dejando incluso espacio al silencio y la respiración del acordeón. Hay consonancia,
repeticiones en unísonos y desorden en este genial tema.
The Claudia Quintet a las puertas del Cornelia Jazz Cafe, en el Village, Hollenbeck de pie
La inventiva de Hollenbeck no cesa en la escucha. Otra genialidad es Rose-colored rhythym. Empieza vaporosa y elusiva y luego va
trazando un esquema rítmico que se modula con precisión retrasando una conclusión que al final llega en forma de melodía contagiosa
y alegre que deja paso al vibráfono.
En
un trabajo intachable es difícil destacar algo sobre lo demás. Dos temas que
están hacia el final. Pure Poem salta
y revolotea desde un inicio vertiginoso a lo Frank Zappa. Otro tema absolutamente sorprendente y original, que se anuncia
leve y suspendido en una melodía (otra vez Schönberg) dibujada por clarinete
con subrayados de vibráfono, que da paso a una preciosa figura latente que se
trasmite en distintas escalas por todos los instrumentos.
La impresión
de libertad y apertura pese al detalle de la escritura envuelve y arrastra al
oyente a un mundo en movimiento continuo. Una maravilla
Su presencia en el jazz avanzado la sitúa en una posición destacada, pese a una actitud discreta, sonriente y tímida. Ya sea en solitario, en
dúos o tríos como en su nuevo trabajo In Motion, con el baterista Richard Poole y el contrabajista Gary Peacock, la pianista de Woodstock ha incorporado a un estilo exigente y abstracto una dimensión melódica abierta a silencios. Repasamos su carrera y sus más recientes colaboraciones
Autora a la vez vinculada a personalidades de la escena del free jazz y de la composición contemporánea durante las décadas de 1970 y 80, la pianista Marilyn Crispell(1947, Filadelfia, Pensilvania)ofrece hoy un sonido exigente y comunicativo, edificado desde la improvisación libre y una escucha dialogante. Su discurso se expresa preferiblemente en un contexto íntimo, que si bien no es místico sí al menos se torna reflexivo. En cuanto al estilo, es una síntesis de personalidades (Cecil Taylor, Paul Bley, John Coltrane) y conexiones (libre improvisación, serialismo meditativo y folk sueco). En las dos últimas décadas, partiendo del fundamental Nothing Ever Was, Anyway (1995), ha suavizado el perfil atonal de un estilo afianzado en su pasado académico contemporáneo (Stellar Pulsations/Three composers) y compartido con la fría intelectualidad de un autor como Anthony Braxton.
Formó parte del cuarteto del pionero de la AACM durante 10 años, desde finales de la década de 1970. Este conjunto resultó decisivo más adelante por los vínculos establecidos entre sus miembros. Ya en los 80 afianzó su presencia en solitario al tomar el puesto de solista en la renombrada ópera X, The life and times of malcolm X (1986) del también pianista y figura determinante en esa década Anthony Davis. Justo en ese tiempo publica una de las tres obras decisivas en su carrera.
En solitario, como la gran improvisadora que es, su música avanza sobre un sentido estructurado de motivos que basculan entre un toque atonal de gran refinación tímbrica y una musicalidad reflexiva
Obras fundamentales.Estos tres trabajos contienen todo
el potencial creativo de la pianista.
For Coltrane(Leo Records, 1987-1993) se hace más relevante hoy si cabe para entender la evolución de una carrera y una personalidad que entonces se daba a conocer y que ahora ofrece un prisma estilístico que se refuerza, como hizo el gran saxofonista hacia el final de su obra, en una mentalidad expansiva que eleva su discurso desde el interior. Un disco clave para esta especie de vuelta a unos principios de estilo en los que conviven estructura, amplitud y silencio.
Santuerio (Leo Records, 1993) Reunió a un grupo con unas
capacidades técnicas y expresivas fuera de lo común, un ejemplo perfecto de
transposición del mundo académico contemporáneo a una creación abstracta
estructurada y libre. Marilyn Crispell, Mark Feldman, Hank Roberts y Gerry
Hemingway (piano, violín, chelo y batería) evitan las conexiones con el Braxton
Quartet, yendo más allá de un conjunto aparentemente de cámara. No esperen
encontrar alusiones a conjuntos de cámara, no esperen un lenguaje atonal
redefinido por el contacto improvisado. Es un lienzo hecho de texturas, de
minúsculas partículas sonoras en contraste con un empuje colectivo donde se
esculpe de verdad el auténtico jazz contemporáneo, aquél que se siente en el
estómago y en el intelecto. Una interesante continuación de este cuarteto abstracto y gozoso será luego Noir
junto a Urs Leimgruber, Fritz Hauser and Joelle Leandre.
Nothing Ever Was, Anywaycon Paul Motian y Gary Peacock (ECM, 1997)
Esta obra maestra, un punto y aparte en la concepción del trío que traería luego a su manera Melhdau, llegó justo a tiempo en la carrera de Crispell. Antes de ella había entregado trabajos tan sólidos y renovadores como los citados. Pero al lado de Motian y Peacock suponía más un viaje que una lectura sobre el trabajo de la cantante y compositora Annete Peacock, personalidad muy cercana, se diría complementaria, del gran Paul Bley en la construcción vocal y como letrista. Este sonido opera sobre el trabajo melódico, rítmico y tímbrico una formulación estática e introspectiva, como sumida en una lenta ensoñación. Después de Bill Evans y Keith Jarrett, la modernidad llega a este formato gracias a una expresividad indolente ceñida al instante pero ajena al pasado (anyway...)
Colaboraciones
Crispell ha colaborado con altoístas como Tim Berne y Stefano Maltesse y también a dúo de piano con nuestro Agustí Fernández en 1993, hermano gemeloen un espacio creativo que comparte vínculos con Cecil Taylor y el free jazz y la música contemporánea europea.Del resto de colaboraciones recientes habría que destacar las novedades a trío con Gary Peacock y Richard Pool, recién editado por Intakt, donde también está saliendo su producción a dúo junto a Gerry Hemingway. El último título publicado en ECM fue el recomendable que hizo con Gary Peacock,que repasamos más adelante además del trabajo, también para este sello, con el clarinetista David Rothenberg.
La pianista siente especial querencia por los pequeños formatos y el soliloquio. Su estilo se sitúa en un punto intermedio entre la impulsiva construcción atonal de Keith Jarrett y los espacios latentes de Paul Bley
Con Mark Helias, en sustitución de Gary Peacock, y Paul Motian en Storyteller
TRIO
MARILYN CRISPELL, RICHARD POOLE & GARY PEACOCK
In Motion
Marilyn Crispell (piano), Gary Peacock (contrabajo), Richard Poole (batería)
Se tiene la sensación de que cuando se escucha a Crispell en alguno de los tríos en los que ha participado, es posible que condicionado aún por la escucha líquida que emanaba de Nothing ever was, el formato adquiere una dimensión distinta, algo en lo que el espacio y los criterios melódico-rítmicos y de timbre se convierte en una realidad difusa. Baste recordar en los que estuvo últimos 20 años, además del histórico ya citado con Peacock y Motian, junto a Barry Guy and Gerry Hemingway o Paul Lytton en su lugar, y el de Mark Helias y Tyshawn Sorey en 2014.
Peacock,Poole, Crispell
Pese a contar con uno de los protagonistas de Nothing ever was, el ya muy recuperado Gary Peacock, la atmósfera que desprende este In Motion es radicalmente distinta a aquél. Intensa, aristada, dramática, urgente y musculosa, abstracta pero con pegada en el estómago, este trío, si no fuera porque concentran más su mensaje, estaría más cerca del trío de los 70 de Keith Jarrett con Charlie Haden y Paul Motian que cualquier otro en los que haya participado. A excepción del reciente -ya citado- que le unió con Sorey y Helias.
DÚOS
MARILYN CRISPELL & GERRY HEMINGWAY
Table of Changes
Marilyn Crispell (piano), Gerry Hemingway (batería, percusión, vibráfono)
A Gerry Hemingway, maestro de maestros en batería y composición de músicos de generaciones posteriores, le une una complicidad tan larga como cuando ambos formaban parte del cuarteto de Anthony Braxton y, sobre todo, desde la publicación de Santuerio (antes comentado). Solo otro autor clave para la modernidad electroacústica como André Prevost tienen este grado de implicación. Y eso pese a que ambos residen en Europa (Lucerna, Suiza, y Gran Bretaña, respetivamente), mientras que ella se mantiene en los EEUU.
Table of changes es la continuación de Affinities (Intakt, 2011), aterrizaje de la pianista en este sello suizo que la distancia de ECM. Un encuentro con músicos e improvisadores de este nivel de creación con firmes criterios en la más exigente composición espontánea da como resultado un producto de estructuras voluminosas y éxtasis sensitivo. Una música con un mensaje disociativo (abstracto y matérico -primitivo y radicalmente moderno) en le que es difícil individualizar un discurso compartido.
Una lección estilizada y exigente en la que aflora sensibilidad e inteligencia.
MARILYN CRISPELL & GARY PEACOCK
Azure
Marilyn Crispell (piano), Gary Peacock (contrabajo)
Hasta la fecha se trata de su último disco para ECM, sello en la que su carrera adquiriói una dimensión renovada al juntarse con Motian y Peacock. Si había un desafío en este encuentro a dúo ese era, como a quien le han amputado una pierna, no sentir la presencia del miembro que falta. Bien, pues esa es justamente la sensación de plenitud e independencia formal y de contenido que tiene es estupendo trabajo.
Peacock, pionero de la renovación del contrabajo moderno a principios de la década de 1960, abrió desde los 60 múltiples ángulos melódico-rítmicos para su instrumento, como hiciera Scott Lafaro. Aquí va más allá de un enfoque tonal, participando en la elaboración de un exigente contexto armónico compartido con el piano. Lo interesante de este diálogo es no ya su grado de imbricación sensitiva y formal sino que ambas se producen a un nivel interiorizado difícilmente subsanable por cualquiera que lo intente.
Si quieren un dúo entre piano y contrabajo que dure, y les sugiero los melodiosos y cercanos de Charlie Haden con Hank Jones,Kenny Barron o Keith Jarrett, esta es su mejor opción.
MARILYN CRISPELL & DAVID ROHENBERG
One Dark Night I Left My Silent House Marilyn Crispell (piano), David Rothenberg (clarinetes) ECM, 2010/Distrijazz
Encuentro de cercanía sensitiva y sobretodo paisajística en el que la pianista vuelve a elegir a un músico de viento. Con anterioridad lo fueron los saxofonistas Tim Berne y Stefano Maltesse, ahora es el turno de un clarinetista y escritor que investiga asociaciones entre música, mente y biología. La ida perseguida -sería la palabra justa- parte de obtener resonancias en distintas relaciones entre la naturaleza del sonido y la inmanencia del instante. La apertura temporal en el espacio y la introspección lírica envuelta en silencio -Nothing Ever Was- adoptan aquí una expresión del sonido más física y menos narrativa.
Basta con ver los instrumentos a ella asociados (percusión y caja de un piano desvencijado) para entender la trascendencia musical que une la madera al canto de los pájaros (Messiaen).
Un diálogo substanciado desde la creación espontánea o una notación mínima nos desvela un emocionante y cuidado homenaje a la Naturaleza
La Frondosidad (descriptiva y trovadoresca) recae en Rothenberg mientras la permeabilidad del encuadre (abstracto, reflexivo) lo hace en Crispell. Piano de madera y sonido...de materia y espíritu.
El esperado debut en solitario en el sello donde su estilo ha registrado una metamorfosis depara una imagen no unificada del mensaje musical. Crispell no se detiene en la creación espaciada y casi líquida del crucial Nothing ever was. (1995). Esto redunda en un discurso sujeto a la duración y conclusión de los temas y a una concreción expositiva que se resume en mayor densidad de motivos.
De exposición recargada tanto cuando es abstracta como melódica, entre veloces pulsaciones o líneas ensimismadas, Vignettes no oculta bajo su título una imagen hecha de espejos
El emplazamiento de unir varios enfoques que define la morfología
cambiante de un material de estudio creado desde figuras
improvisadas, las Vignettes de la I-VI nos recuerdan conceptualmente la serie Collages for Contrane pertenecientes al antes señaladoFor Coltrane. Si estas piezas muestran una cierta urgencia y tensión propias de la creación instantánea, también deja un espacio más estructurado a la melodía en las insistentes Valse Triste,
Cuida tu espíritu, Time Past o de extrema sencillez en Little song for my father. El folk con cierto sentido bucólico aparece en Stilleweg
y Sweden, prueba de su pasión por el
folklore de este país.
De exposición recargada tanto cuando es abstracta como melódica,
entre veloces pulsaciones o líneas ensimismadas,
Vignettes no oculta tras ese título una imagen hecha de espejos.
La
fusión jazz-rock de los 70 tenía varias motivaciones comunes, entre
ellas los largos desarrollos solistas instrumentos electrónicos. Las
fronteras entre los estilos del hard-rock (variedad metal-noise) y el
jazz más febril (post free) habían sido rebasadas desde finales de
los 80 en la escena underground de la Knitting Factory
impulsada por John Zorn (en los 90 claramente con Moonchild)
que pondrían en contacto a la "nueva ola" del jazz y el
post-punk neoyorquino con una nuevo instrumento tecnológico: el
sampler. Que este fenómeno hecho de pastiche y distorsión se
expandiera a Berlín, a comienzos de los 90, era cuestión de
tiempo.
Amalgama estructurada y bizarra cuya materia prima está confeccionada con tejidos sonoros e impurezas acústicas
AUT records, donde se ha editado este potente y estimulante trabajo, es un sello nacido en Italia en 2010 que estaba interesado en músicos de la escena de improvisación libre y freejazz. Promovido por Davide Lorenzon, al trasladarse éste a Berlin, continúo el proyecto trabajando con músicos italianos allí residentes, como Bob Meanza, aquí a los teclados y electrónica. La línea estética viene marcada por la escena experimental e internacional berlinesa, reuniendo en su catálogo freejazz, rock, electrónica e improvisación electroacústica. Este sello guarda una estrecha relación con los fundadores del colectivo El Gallo Rojo italiano (muy influido por el downtown neoyorquino de los 90, ver a aquí) y especialmente con uno de sus mentores, Piero Bittolo Bon.
El saxofonista valenciano Vicent Doménech en Toxydoll
Toxydoll sorprende desde el primer tema hasta el último. Y además deja con ganas de más, de volver sobre lo escuchado. Eso se consigue cuando al entrar al estudio sabes lo que hay grabar y la actitud creativa que hay que dejar para el directo. Tenemos un potente y estructurado inicio Meal for Mum, abrasivo y calculado metal en la guitarra (Alberto Cavenati) en Hands againts the bike!, el trenzado animado y barroco de Frank Zappa en Tsk, Tsk, Tsk, la pegada funk-rock (Olga Nosova) sucio y voluminoso que mezcla motivos melódicos en medio de calor industrial como lo haría un DJ en Bulsheep X, sonido electrónico fundacional de Stockhausen (el teclado funcionando como bajo) entre un cifrado en unísonos en Zoft Mascheen, un saxo (VicentDoménech) que empuja de manera urgente y entrecortado en Mantis dance como el deTim Berne(BB&C)...
Comprimido en una fórmula química híbrida de cuatro agentes (saxo, guitarra, tecLado y batería) y tres elementos (ruido, melodía y ritmo), este obsesivo e indómito trabajo es consecuencia de una escena underground que ya ha emergido ofreciendo el sonido de nuestro tiempo.
Nació
en Tokio en 1939, en un Japón que no tardaría en conocer los efectos de la
bomba atómica. Para entonces sus padres ya se habían refugiado en una zona al
norte de la isla, llevándose a él y a su otro hermano,Masaharu. Hijo de Hiroshima y Nagasaki y de un país tutelado por los
EEUU tras la guerra, era una cuestión de tiempo que entrara en contacto con el
jazz en los años 50. Desde la década de los 60, Kikuchi se abrió camino y
consiguió labrarse un nombre y un apodo: “Poo-san”. Grabó con Elvin Jones, Joe Henderson y Gil Evans,
viéndose muy influido por la etapa eléctrica de Miles Davis.
De
talla pequeña y cuerpo enjuto pero fibroso, tenía el pelo largo recogido en una
cola ribeteada por líneas blancas. Vestía ropa oscura de corte simétrico. Sofisticado
y austero al mismo tiempo, como su música, vivía en Chelsea (Manhattan) desde
hacía 20 años. Murió de un derrame cerebral en un hospital de Nueva York con 75
años
Aunque coincidían muy de vez en cuando desde 1970, sería con el
contrabajista Gary Peacock con quien puso en marcha Thereded Moon en 1990 al fijar su residencia en Nueva York. Poco después se sumaría Paul Motian. Con este trío
eminentemente acústico Kikuchi se hacía visible internacionalmente
mientras dejaba atrás una larga etapa de fusión eléctrica. En el primer títuloThereded moon (ver selección
discográfica) firmó comoMasabumi "Poo" Kikuchi.
Con Paul Motian mantuvo una relación creativa que duró hasta la muerte de éste en 2011. Posterior a ella un año llegó la estimulante publicación Sunrise junto al mejor relevo de Peacock, el jovencontrabajista Thomas Morgan. Este trabajo, el primer disco firmado a su nombre en 20 años y también primera referencia en ECM, pone el listón alto pese a estar Kikuchi y Motian al final de sus carreras. Si algo define a Sunrise que ya de por sí no encierre el propio título es precisamente alcanzar a tocar lo intangible. Black Orpheus se convierte en la segunda y última en este sello, fruto del testimonio que dejó de un recital en solitario en Japón recuperado por la discográfica alemana.
La última
obra de Kikuchi en Tethered Moon, junto a Gary Peacock y Paul Motian, compaginaba
significativamente un enfoque de improvisación abierto y canciones de Cole
Porter, Edith Piaf, Kurt Weill o Puccini
Kikuchi era poco dado a los standards de jazz y sí a otro tipo de canciones populares. Sofisticado y caprichoso en su fraseo, le gustaba asociar su creación a “espacios y armonías flotantes”, definición que se antoja perfecta si añadimos a Thelonius Monk como referente pianístico. Su estilo, como el de aquél, estaba construido sobre una técnica poco depurada pero extremadamente sutil e intuitiva. Su forma de tocar impuso un lenguaje propio basado en una expresión interiorizada ajena a toda lógica, con un sentido lírico entrecortado pero a la vez de honda respiración, dotado de un tiempo enrevesado y esquivo que solía abrirse a silencios incómodos por inesperados. Todo en Kikuchi, incluso cuando acompañaba su fraseo de gemidos que podían recordar a Keith Jarrett, le era propio e intransferible.
Todo en
Kikuchi le era propio e intransferible.Este trabajo testimonial a piano solo mantiene, pese a la enfermedad, un
vigoroso lenguaje contemporáneo que desprende una atmósfera sensorial introspectiva
Acostumbrado
a visualizar su obra en trío, este piano solo resulta un testimonio esencial en
un enfoque distinto de After hours (ver
vídeo más abajo) que grabara para Blue Note. Su trabajo póstumo en ECM toma el
nombre de la película brasileña de 1959 –carta de presentación internacional de
la bossa nova- y del tema del mismo
título, incluido en un disco suyo de los años 70. También recuperaLittle Abi,tema que grabó entonces con Elvin
Jones y que dedicó a su hija. El tono
reflexivo y espaciado de Paul Bley se
deja sentir en un discurso tupido, concentrado y contemporáneo en el que cada pulsación, algo habitual en él, está hecha con sumo detalle de espacio y color.
Sin caer nunca en el sentimentalismo, su dimensión lírica hoy parece más bien existencialista,
compleja y sobria al mismo tiempo. Un disco póstumo que deja una huella reconocible y necesaria